martes, 14 de agosto de 2018

La mejor compañía de al lado


Y empiezo escribiendo estas cuantas líneas, escuchando When I was your man de Bruno Mars. El título de esta buena canción no tiene ninguna relación con las líneas;  pero considero que es una melodía muy interesante, como para empezar a escribir las mejores líneas que se escriban esta noche.

Con toda esta novela que nos ha tenido el director técnico de la selección, Ricardo Gareca, que si se iba o quedaba. Me pareció correcto darle un papel en este texto. Este señor que nos enseñó a confiar en uno, el líder del grupo y también el artífice de la alegría de millones de peruanos, y obviamente la mía también, él que nos devolvió esa sensación de vuelta a una Copa del Mundo, y que con todo pronóstico logra la tan anhelada clasificación. El “Tigre” me hizo emocionar, me hizo sentir la pasión a mil, me hizo amar mucho más al fútbol y a mi país. Simplemente Ricardo Gareca me hizo llorar de alegría y unir a toda una nación. Y por último, me enseñó que hay que seguir firme en donde te sientes augusto, cómodo y que la fidelidad, lucha y amor a alguien, tiene que seguir para adelante para lograr levantar una Copa del Mundo, o poder conseguir una verdadera amistad.

El amor y pasión al fútbol, no es ajeno al de una amistad. Considero eso, porque las amistades o una en especial, siempre te pueden brindar dosis de buenos momentos, como risas, tristezas, alegrías, tropiezos. Pero uno siempre está convencido que al final de aquel penal cometido, hay un portero, o en este caso una amiga que te puede salvar la vida, y que te puede dar la alegría más grande del mundo. Así de impresionante puede ser una amistad.

La conocí en persona, un día de la semana; en el bus que nos llevaría a seguir luchando por nuestros sueños y metas. Recuerdo con exactitud todo. Subí al carro rápidamente, algo desesperado porque estaba contra la hora, de frente a los asientos de al fondo, sin mirar las caras de los que ya estaban sentados, y que sentía que me miraban. Conseguí divisar un sitio libre casi al final. Y pues, prácticamente estaba acomodando las nalgas en la butaca, cuando me percate de la chica a la que tendría como acompañante por un par de horas. Era ella, con la que hablaba por una red social, era ella; la que me parecía guapa por foto, pero que en persona terminaría confirmando que era mucho más hermosa. La salude nerviosamente:

-          Oye, que tal. Le salude
-          Hola, cómo estas?. Me respondió ella 
-          Bien, un poco apurado, pero bien. A estas horas vas a estudiar? pregunte
-          Si, aunque y a veces más tarde. Y tú?
-          Aya… primera vez que te encuentro por aquí. Pues… salgo más temprano, tengo clase a las 8a.m.

Esos segundos de conversación me hubiesen encantado que se alargaran por mucho más tiempo, para poder conocerla un poco mejor y quizá tener el privilegio de captura y guardar en mi disco duro una hermosa sonrisa. Porque sí que era muy guapa. Tenía unos lindos ojitos, una mirada muy tierna y a la vez sospechosa, pero en resumidas cuentas. Estaba contento porque tenía al lado una chica muy guapa, con unos hermosos ojos y que aparentaba ser estudiosa.
Luego cada uno se concentró en lo suyo, pegados al móvil, cosa muy común en estos tiempos, olvidándonos de lo paja que es mantener una conversación con una persona y no por algún intermediario como el móvil. Pero, la incertidumbre o el no saber que preguntarle hicieron que opte por la vía más fácil, coger mi teléfono, entrar a mi playlist y escuchar a Pedrito Suárez Vértiz.
Por su parte, ella decidió cerrar esos hermosos ojos, darle un poco de descanso para seguir encantando con tan dulce, y tierna mirada.

Ella se quedó plenamente dormida. Yo, siguiendo con lo mío, escuchando a Pedro que me decía “Te estas enamorando, sé que para toda la vida”. Dentro de mí decía: si tan sólo me diera la oportunidad de tratarla, conocerla y concebir una gran amistad, sería fabuloso. Luego percibí muy claramente, que cuando descansaba roncaba un poquito, lo prudente por su puesto. Pero hasta esa bulla que emergía desde el fondo de su interior, y que para algunas personas es incómoda, para mí era todo lo contrario. Me parecía algo gracioso, placentero, sexy y podría decir que hasta encantador.
Pero bueno… como todo momento de felicidad tiene su fin, como toda película romántica tiene un final feliz, y como toda mejor selección llega a la final del Mundial. Yo llegué al paradero donde tenía que bajar. Me hubiese gustado, que digo; encantado, despedirme dándole un beso en esos cachetotes. Pero se asemejaba tan bien a una princesa, que decidí bajar sin hacer un movimiento en falso y dejarla que siga durmiendo.

Quizás, cien años de soledad no bastarían para describir los hermosos detalles físicos y sentimentales que pueda tener aquella bella muchacha 

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