Y empiezo escribiendo estas cuantas líneas, escuchando When
I was your man de Bruno Mars. El título de esta buena canción no tiene ninguna
relación con las líneas; pero considero
que es una melodía muy interesante, como para empezar a escribir las mejores
líneas que se escriban esta noche.
Con toda esta novela que nos ha tenido el director técnico
de la selección, Ricardo Gareca, que si se iba o quedaba. Me pareció correcto
darle un papel en este texto. Este señor que nos enseñó a confiar en uno, el
líder del grupo y también el artífice de la alegría de millones de peruanos, y
obviamente la mía también, él que nos devolvió esa sensación de vuelta a una
Copa del Mundo, y que con todo pronóstico logra la tan anhelada clasificación.
El “Tigre” me hizo emocionar, me hizo sentir la pasión a mil, me hizo amar
mucho más al fútbol y a mi país. Simplemente Ricardo Gareca me hizo llorar de
alegría y unir a toda una nación. Y por último, me enseñó que hay que seguir
firme en donde te sientes augusto, cómodo y que la fidelidad, lucha y amor a
alguien, tiene que seguir para adelante para lograr levantar una Copa del
Mundo, o poder conseguir una verdadera amistad.
El amor y pasión al fútbol, no es ajeno al de una amistad.
Considero eso, porque las amistades o una en especial, siempre te pueden
brindar dosis de buenos momentos, como risas, tristezas, alegrías, tropiezos.
Pero uno siempre está convencido que al final de aquel penal cometido, hay un
portero, o en este caso una amiga que te puede salvar la vida, y que te puede
dar la alegría más grande del mundo. Así de impresionante puede ser una
amistad.
La conocí en persona, un día de la semana; en el bus que nos
llevaría a seguir luchando por nuestros sueños y metas. Recuerdo con exactitud
todo. Subí al carro rápidamente, algo desesperado porque estaba contra la hora,
de frente a los asientos de al fondo, sin mirar las caras de los que ya estaban
sentados, y que sentía que me miraban. Conseguí divisar un sitio libre casi al
final. Y pues, prácticamente estaba acomodando las nalgas en la butaca, cuando
me percate de la chica a la que tendría como acompañante por un par de horas.
Era ella, con la que hablaba por una red social, era ella; la que me parecía
guapa por foto, pero que en persona terminaría confirmando que era mucho más
hermosa. La salude nerviosamente:
-
Oye, que tal. Le salude
-
Hola, cómo estas?. Me respondió ella
-
Bien, un poco apurado, pero bien. A estas horas
vas a estudiar? pregunte
-
Si, aunque y a veces más tarde. Y tú?
-
Aya… primera vez que te encuentro por aquí.
Pues… salgo más temprano, tengo clase a las 8a.m.
Esos segundos de conversación me hubiesen encantado que se
alargaran por mucho más tiempo, para poder conocerla un poco mejor y quizá
tener el privilegio de captura y guardar en mi disco duro una hermosa sonrisa.
Porque sí que era muy guapa. Tenía unos lindos ojitos, una mirada muy tierna
y a la vez sospechosa, pero en resumidas cuentas. Estaba contento porque tenía
al lado una chica muy guapa, con unos hermosos ojos y que aparentaba ser
estudiosa.
Luego cada uno se concentró en lo suyo, pegados al móvil,
cosa muy común en estos tiempos, olvidándonos de lo paja que es mantener una
conversación con una persona y no por algún intermediario como el móvil. Pero, la
incertidumbre o el no saber que preguntarle hicieron que opte por la vía más
fácil, coger mi teléfono, entrar a mi playlist y escuchar a Pedrito Suárez
Vértiz.
Por su parte, ella decidió cerrar esos hermosos ojos, darle
un poco de descanso para seguir encantando con tan dulce, y tierna mirada.
Ella se quedó plenamente dormida. Yo, siguiendo con lo mío,
escuchando a Pedro que me decía “Te estas enamorando, sé que para toda la
vida”. Dentro de mí decía: si tan sólo me diera la oportunidad de tratarla,
conocerla y concebir una gran amistad, sería fabuloso. Luego percibí muy
claramente, que cuando descansaba roncaba un poquito, lo prudente por su
puesto. Pero hasta esa bulla que emergía desde el fondo de su interior, y que
para algunas personas es incómoda, para mí era todo lo contrario. Me parecía
algo gracioso, placentero, sexy y podría decir que hasta encantador.
Pero bueno… como todo momento de felicidad tiene su fin,
como toda película romántica tiene un final feliz, y como toda mejor selección
llega a la final del Mundial. Yo llegué al paradero donde tenía que bajar. Me
hubiese gustado, que digo; encantado, despedirme dándole un beso en esos
cachetotes. Pero se asemejaba tan bien a una princesa, que decidí bajar sin
hacer un movimiento en falso y dejarla que siga durmiendo.
Quizás, cien años de soledad no bastarían para describir los
hermosos detalles físicos y sentimentales que pueda tener aquella bella muchacha